miércoles, 30 de julio de 2008

CUANDO LA ARGENTINA DIJO NO.


En nuestra época de la Independencia los orientales nos debatíamos a sangre y fuego no solo por desligarnos del dominio español, sino también, y esto era lo más relevante, por nuestra futura forma de gobierno al independizarnos: república o monarquía; federalismo o unitarismo. Esa era la cuestión. Ese era nuestro dilema mayor cuando la España invadida y convulsionada nos soltaba la mano.
Corrían tiempos de guerra, de revoluciones, y también de decisiones políticas. Nuestro Artigas estaba del lado de la República y del Federalismo, ideario que lo llevaría a librar las más cruentas batallas y las más osadas decisiones estratégicas, como la de las Piedras o su campo de concentración en Purificación.
Finalizaría su vida en el lejano pero buen hermano Paraguay, habiendo sido traicionado por muchos de sus colaboradores y amigos tras el encono unitario.
Triunfó entonces la desunión; Buenos Aires sería la capital de una república que no era la que hubiera soñado San Martín, ni por la que lucho Rosas. La república Oriental del Uruguay se había escindido pero nadie había querido festejar. Tan sólo Inglaterra y sus mercaderes.
Doscientos años después, nuestra hermana, o gran parte del resto de las provincias de lo que hubiera sido la Federación de Estados Unidos del Sur, o algo similar, República Argentina se debate en una lucha sin cuartel entre el gobierno unitario y el campo representando a las provincias y al federalismo.
A nivel mediático se han escuchado de un lado y del otro efervescentes discursos defendiendo sus respectivas posturas: que con las retenciones, que serían del orden del 50 % , o sea un impuesto a las exportaciones, el país redistribuía su riqueza en una forma mayormente justa; del lado del campo se protestaba ante semejante quita, y se instaba al diálogo. Pero solamente alguna tibia voz se escuchó hablar sobre el federalismo de las provincias argentinas. Aquel federalismo que hace 200 años las provincias de Córdoba. Misiones, Entre Ríos, Corrientes, Santa Fe y por supuesto la Provincia Oriental, defendían con sus espadas y flameaba en cada campamento una única bandera, la federal, esa que ostentaba 3 franjas horizontales dos de ellas celestes y la del medio blanca, siendo cruzadas por un listón punzó.
No tiene el campo argentino otra causa que la defensa de lo que es patrimonio de cada provincia: la tierra y sus frutos. Buenos Aires, centralista, unitario, y omnipotente a través del gobierno nacional, pretende succionar cual vampiro, la sangre de los productores agrarios para sustentar los gastos de una administración que ni siquiera vislumbra un ápice de justa redistribución teniendo todavía y desde hace algunos años atrás a más de 3 millones de argentinos por debajo de la línea de la indigencia. Cientos de miles de niños mueren por año por falta de alimentos mientras la presidenta argentina gasta sus recursos en actos políticos con el afán de “convencer” (¿?) a los ciudadanos que el mejor camino es quitarle al que trabaja más y mejor pero además con el ingrediente de una disputa que lleva siglos y que nunca quedó del todo resuelta: la independencia económica de las provincias.
Con soberbia y con agentes pagos, Cristina Fernández de Kirchner arengaba a sus masas enceguecidas por un discurso populista falso, queriendo emular a la gran Evita pero sin su carisma ni su moral, y llevaba al País a un enfrentamiento que parecía insoslayable e irremediable.
Del otro lado, del lado de los productores y de los trabajadores del campo argentino, surgía una figura que dentro de su sencillez y falta de habilidad para el discurso, defendía no solo su bolsillo, sino el de la inmensa mayoría de sus compatriotas, y además defendía la identidad argentina, el justo federalismo de las provincias amenazado por la hegemonía porteña; era éste un digno dirigente ruralista
Pero la historia cambiaría cuando cinco meses después, en Julio, un Julio, se puso los pantalones y pensó más en su Patria que en sus intereses de partido, pensó más en sus compatriotas que en su jefa política….y dijo NO.
Quizás sea aventurado hacer comparaciones pero también Rosas cuando puso cadenas a los ríos pensaba en su Patria y en sus compatriotas antes que en los mercaderes que le ofrecían seguramente suculentos dividendos para levantarlas.
Perón pensó en su Patria y su gente cuando nacionalizó empresas que eran de los argentinos y estaban en manos de extranjeros; fue Perón que enfrentó a los mismismos EEUU unidos a los marxistas locales con Braden y los derrotó, después debería sufrir el asilamiento mundial. También protegió a los humildes y les dio trabajo y prosperidad a pesar de las piedras en el camino que le ponían sus enemigos, todo en aras de la Patria y su pueblo.
Y en este siglo XXI lleno de intereses materiales y materialismos, Julio Cobos, que salvando las distancias ideológicas que pudieran existir, le dio un ejemplo no solo a los argentinos, sino también cruzando el charco habemos orientales que nos sacamos el sombrero ante semejante atrevimiento.
Gracias vicepresidente argentino, por enseñarnos que todavía se puede creer en los políticos. Ojalá encontremos de este lado del río alguien que se juegue su pellejo por una causa nacional y no agache la cabeza por “disciplina partidaria”